La Gran Pirámide de Khufu (Keops para los griegos), una de las Siete Maravillas del Mundo antiguo, fue construida en el año 2560 a.C. a unos 12 kilómetros de la ciudad de El Cairo, en la ribera izquierda del río Nilo. El peso de la pirámide es de 6 millones de toneladas y se usaron dos millones trescientos mil bloques individuales de piedra caliza para edificarla.
La “Cámara del Rey”, construida con granito de Asuán, tiene 10,481 metros de largo, 5,235 metros de ancho y 5,858 metros de alto. Sus muros están formados con cinco hileras de piedra y el techo con nueve enormes losas de granito que pesan 400 toneladas. Asimismo, se construyó la “Cámara de la Reina”.
Herodoto, el gran historiador griego, escribió que cien mil hombres divididos en equipos, trabajando en turnos de tres meses cada uno, tardaron 20 años para finalizar la obra; aunque el Papiro de Turín registra 23 años como el tiempo que llevó construir la majestuosa obra.
El faraón Khufu, construyó la Gran Pirámide con tres propósitos: el primero de que fuera su hogar en preparación para su viaje a la eternidad, el segundo que llegara a ser un lugar impenetrable para proteger sus riquezas y en tercer lugar que se convirtiera en un patrimonio histórico de su poderío y grandeza.
La verdad es que desde la perspectiva de las Sagradas Escrituras, Khufu no necesitaba construir ninguna pirámide para complacer a los dioses y así obtener la vida eterna sino simplemente haber creído en Jehová Dios y la otra triste realidad es que los ladrones en diferentes épocas de la historia saquearon los tesoros que él tanto procuró proteger, a tal grado que el paradero de sus restos y el de su esposa hasta el día de hoy no se han encontrado. Fuera de la pirámide, nada más quedó del poderío y de la grandeza de Khufu.
La “teología de la prosperidad”, que tanto daño ha hecho al cuerpo de Cristo está falsamente fundamentada en que un Cristiano obediente y con un grado de fe que agrade a Dios, tiene el derecho de clamar al Creador por más dinero, mansiones, automóviles de lujo, joyas ostentosas, etc.
¡Qué distorsión de las Sagradas Escrituras y del nombre de Dios!
El profeta Jeremías, nos hace ésta advertencia: “¿Y tú buscas para ti grandezas? ¡No las busques!” ( 45:5 ) y nuestro Maestro nos enseñó: “ENTRE VOSOTROS NO SERA ASI, SINO QUE EL QUE QUIERA HACERSE GRANDE ENTRE VOSOTROS SERA VUESTRO SERVIDOR, Y EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO ENTRE VOSOTROS SERA VUESTRO SIERVO; COMO EL HIJO DEL HOMBRE NO VINO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR, Y PARA DAR SU VIDA EN RESCATE POR MUCHOS.” ( Mateo 20:26-28 )
Gracia y Paz
Sergio
“Amigo de Jesús”