Todos hemos escuchado la expresión “Mi casa, es su casa”; la cual generalmente es usada en la mayoría de los países de Latinoamérica pero principalmente en México.
La frase “Mi casa, es su casa”; ha sido usada para nombrar hoteles, restaurantes, negocios, etc. y en diversas obras artesanales. Hace unos años atrás, paseando por Puerto Vallarta, me compré un azulejo pintado a mano que decora nuestra cocina y que dice: “Bienvenidos Amigos Mi Casa Es Su Casa”
¿Qué quiere decir una persona cuando usa esta expresión?
Es obvio, que no nos está otorgando el derecho a ser parte legal del título de una propiedad, ni tampoco el privilegio de permanencia en una casa hasta que se nos dé la gana. Una persona cuando usa sinceramente la frase “Mi casa, es su casa”, en realidad nos está diciendo que las “puertas de su casa” están abiertas a una relación de amistad y si es necesario a la hospitalidad por un período breve de tiempo.
Sin embargo, hace dos mil años atrás Jesús hizo una promesa a sus discípulos:”En la CASA DE MI PADRE hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque VOY A PREPARAR UN LUGAR PARA USTEDES…para que donde Yo esté, allí estén ustedes también.” (Juan 14:2, 3; Nueva Biblia De Los Hispanos)
En estos versículos que ya habíamos compartido en el artículo ¿Quieres recibir una herencia?, Jesús les garantizó a sus discípulos y a cada uno de sus seguidores fieles que en el presente nos está preparando “un lugar, en la CASA DE SU PADRE“.
Juan el Bautista, antes de ser encarcelado ya les había enseñado a sus propios discípulos que: “El Padre ama al Hijo, Y TODAS LAS COSAS HA ENTREGADO EN SU MANO.” (Juan 3:35) Y el mismo Jesús en una ocasión declaró: “TODAS LAS COSAS ME FUERON ENTREGADAS por mi Padre” (Mateo 11:27)
Si Jesús ha recibido en sus manos todas las cosas que le pertenecen al Padre, entonces puedo deducir correctamente que una de esas cosas en las cuales Nuestro Señor tiene poder y autoridad es con la “CASA DE SU PADRE“. Por lo tanto, Jesús ha recibido del Padre el permiso de comunicarnos oficialmente que: “SU CASA, es mi casa“.
¿Qué significa esto para nosotros como hermanos de Jesús?
La inferencia de Jesús es diametralmente opuesta a lo que nos quiere decir una persona al expresar: “Mi casa es su casa” por más cariño que este familiar o amigo tenga hacia nosotros.
En la introducción, ya habíamos expuesto el punto de que no se nos está agregando al título de una propiedad y tampoco se nos está brindando la residencia indefinida en una casa. “Se oye muy lindo”, dicen algunos; pero, “Despiértate y huele el café”, dicen otros. Y un refrán popular dice: “Del Dicho Al Hecho Hay Un Buen Trecho”
Pero en el caso de Jesús, él sí nos está garantizando literalmente que “SU CASA, es mi casa“.
En la cruz del Calvario, Nuestro Señor pagó con Su sangre no solamente mi derecho de admisión a la “CASA DE SU PADRE“, sino también mi derecho a recibir de Su mano un título de propiedad que lleva mi nombre. Te advierto que nuestro enemigo el diablo usará todas sus artimañas con el fin de impedirnos recibir ese título que Jesús ya ha preparado exclusivamente para ti y para mi, pero debemos recordar que en Jesús “somos más que vencedores“. (Romanos 8:37)
Asimismo, el título que recibimos en “SU CASA” es irrevocable, un término legal que quiere decir que no “dejará de perder su valor, efecto o existencia”.
Te invito a leer nuevamente el último versículo del Salmo 23, que también usamos como base para escribir el artículo: “Todos los días”.
En el mismo, David ya nos había asegurado una cosa que: “Ciertamente el bien y la misericordia (de Dios) me seguirán todos los días de mi vida“. Pero, la expresión “ciertamente” involucraba un detalle más: “Y en la CASA DE JEHOVA, moraré por largos días“. (vs. 6 b)
¿No estaba también David diciendo: “En la CASA DE MI PADRE“?
¡Claro que sí! ¡Qué preciosa es la Palabra cuando podemos descubrir y reconfirmar la armonía de su mensaje y del propósito de Dios para nuestras vidas desde el libro de Génesis hasta el de Apocalipsis!
En el último versículo del Salmo 23, David como rey e inspirado por el Espíritu Santo pone su sello de autoridad que el título de propiedad que recibiremos de manos de Jesús para morar en “SU CASA” es irrevocable; nunca perderá su valor o nunca perderá el efecto que su sentido original de ser tuvo desde su creación.
Una vez que llegue a la “CASA DE MI PADRE” y reciba mi lugar en una de sus “muchas moradas“, puedo quedarme tranquilo que allí en SU CASA, MI CASA; como escribió David “MORARE POR LARGOS DIAS“.
Gracia y Paz
Sergio
“AMIGO DE JESUS”