Una de las partes más solemnes de la ceremonia de bodas es la que conocemos como el Voto Matrimonial que en la mayoría de los casos dice: “Yo (Nombre), en el día de hoy y delante de Dios me entrego a ti y me comprometo a serte fiel y protegerte, en las alegrías y las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.”
El novio y la novia, en resumidas cuentas, se comprometen públicamente delante de Dios, familiares y amigos; no sólo a permanecer juntos, sino también a estar disponibles el uno del otro por el resto de los días de sus vidas. Una vez declarados oficialmente marido y mujer, ambas personas al descender del altar, tienen una profunda convicción en su corazón de que su cónyuge no los abandonará física, emocional y espiritualmente hasta el día de su muerte.
Lamentablemente, conocemos por el índice de divorcios que ocurre en el mundo actual dentro y fuera de la iglesia, que el “Voto Matrimonial”, se ha convertido en “vana palabrería“, como diría el apóstol Pablo si viviera en nuestros días. En la realidad, el “Tú estarás conmigo todos los días de mi vida“, en esta época no depende exclusivamente de un acontecimiento como lo es la muerte sino de muchos otros factores y/o circunstancias de la vida que llevan tristemente a la ruptura del Voto Matrimonial.
Pero, esto no sucede así en mi relación con mi Padre celestial. El día que mi corazón recibió a Su Hijo en mi corazón; Jesús hizo un Voto Matrimonial con mi persona, por el cual se comprometía a estar conmigo “todos los días de mi vida“. (Salmo 23:6)
David llegó a tener una relación tan íntima con Dios, que sin titubear dejó a su pluma escribir: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque TU ESTARAS CONMIGO.”
Desde muy joven, David había aprendido que la promesa por parte de Dios de permanecer constantemente a la diestra de sus siervos, es un rasgo distintivo del carácter de Su persona.
El conocía muy bien lo que Dios le había dicho a Josué al entregarle el liderazgo de Su pueblo después de la muerte de Moisés: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, ESTARE CONTIGO; no te dejaré, ni te desampararé.” (Josué 1:5)
La misma seguridad Dios la puso a disposición de toda la nación en tiempos del profeta Isaías: “Tú Israel, siervo mío eres; tú Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Te tome de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque YO ESTOY CONTIGO…siempre te ayudaré, siempre te sustentaré…” (Isaías 41:8-10)
Nuestro Señor Jesús, al decir “YO ESTOY CON USTEDES, todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20) extendió el compromiso a todos Sus discípulos de todas las naciones y de todos los tiempos.
No tengo conocimiento de las palabras que formaban parte del Voto Matrimonial un milenio antes de Jesucristo, pero lo que sí conozco es la seguridad que tenía David de parte de Dios, y la garantía de Su fidelidad, de Su protección y de Su Presencia en los tiempos de “alegrías y penas”, en los tiempos de “salud y enfermedad” hasta el momento que tuviera que atravesar el “valle de sombra de muerte”.
¡Oh, cuán dulce es la promesa
del Señor Jesús, mi Rey!
Al confiarle el ser me dice:
“Hijo, no te dejaré”
Coro
¡Ya no temas! ¡Ya no temas,
Pues contigo siempre estaré!
¡Ya no temas! ¡Ya no temas,
Porque nunca te dejaré!
Soy tu Dios y para librarte,
de ti cerca estaré;
oh, no temas, pues seguro
por la mano te guiaré.
Por tu vida di mi sangre.
Por tu nombre te llamé.
Eres mío, mucho te amo,
Nunca, nunca, te dejaré.
Aunque eras muy rebelde,
con amor yo te busqué,
y ahora te prometo:
“Refugio siempre te daré”
J. Marrón
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque TU ESTARAS CONMIGO.”
Gracia y Paz
Sergio
“Amigo de Jesús”