A fines del año 2007 la Asociación Americana de Psicología (A.P.A.), contrató a la compañía Harris Interactive para realizar una encuesta entre personas adultas llamada “El Estrés en los Estados Unidos”.
La encuesta trajo como resultado confirmar que el 48% de las personas entrevistadas padecían de “estrés”, producido por la incertidumbre económica y la inestabilidad laboral.
Un 54% confesó que el “estrés” traía consecuencias negativas, específicamente en el contorno de sus relaciones interpersonales, no solamente en el ámbito familiar, sino también profesional.
Hans Selye, un fisiólogo y médico Austriaco, en el año 1936 escribió un artículo que fue publicado en la revista British Journal, llamando “Síndrome de Adaptación General” o “Síndrome de Estar Enfermo” a un grupo de aflicciones orgánicas o fisiológicas, que había observado que sus pacientes tenían producto de alteraciones de la conducta.
No fue hasta el año 1950 que el Doctor Selye, usó la palabra “estrés” por primera vez en su libro: “El Estrés: Un Estudio Sobre La Ansiedad”.
Se define el “estrés” como una “tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”. (Diccionario de la Real Academia Española)
Entre las condiciones desencadenantes del “estrés” conocidas también como “factores estresantes o estresores” se encuentran: la alteración de funciones fisiológicas como son las enfermedades, las presiones del círculo familiar o laboral, ciertas situaciones emergentes que necesitan una resolución rápida, la presión grupal, la frustración, el aislamiento o el confinamiento, etcétera.
Si las condiciones “externas” que afectan el equilibrio emocional de la persona se mantienen por un período prolongado de tiempo entonces el cuerpo puede reaccionar negativamente a un estado intenso de “estrés” con: ataques de pánico o ansiedad, incapacidad para conciliar el sueño (insomnio), hipertensión arterial, gastritis, colitis, rigidez muscular, dolores de espalda, dilatación de pupilas, desconcentración mental, artritis reumatoide, dolores de cabeza (migraña), problemas respiratorios (asma, bronquitis), pérdida del cabello (calvicie), sarpullidos en la piel, impotencia sexual, irregularidades en la menstruación, etcétera.
¿Cuál es la solución que ofrece la filosofía del mundo para resolver las crisis que afectan el equilibrio emocional de las personas y que incluso han infiltrado las técnicas de “consejería” dentro de la Iglesia de Jesús?
El lector leerá a continuación algunas maneras equivocadas del hombre de combatir el “estrés” o el “burn-out” (desgastado o quemado) que resume la filosofía de pensamiento de lo que leí en diferentes publicaciones:
- “¡Trátate bien y procura encontrar maneras por ti mismo para lidiar con la situación por la cual estás atravesando”
- “Alimenta el gigante que hay en ti con pensamientos positivos como: ¡Eres el # 1! ¡Eres un campeón!, etcétera.
- “¡Expresa tus sentimientos! ¡Libera tus emociones! ¡Canaliza tus frustraciones!
- “¡Haz lo que creas que es más conveniente para ayudarte a sentirte mejor”
- “¡Busca el apoyo de personas y/o grupos que en realidad sí les interesa tu bienestar!”
Un estudiante serio de las Sagradas Escrituras puede discernir que todas las propuestas del hombre para sanar las dolencias que afectan su corazón no tienen ningún fundamento en la Palabra de Dios.
Algún lector podría argumentar que el último consejo tiene “algo de verdad”, pero recordemos que el pecado también produce “algo de placer”.
¿Qué tal si alguien le ofrece un litro de agua en medio del desierto con la aclaración de que solamente tiene una gota de cianuro? ¿Bebería Usted de ésa agua por más sediento que estuviera?
El enunciado sería correcto si dijera: “¡Busca el apoyo de personas Cristianas, firmes en la sana doctrina, fieles en su caminar con el Señor y que han experimentado el poder de Dios en la resolución de los desafíos que han afectado sus propias vidas!”
¿Cree Usted que recibiría un “consejo” tal de los programas que ofrece el mundo?
Asimismo, como parte de la “terapia” para combatir el “estrés” se recomienda la hipnosis, la meditación trascendental, la práctica del yoga y las sesiones de reprogramación o reacondicionamiento psíquico.
El lector podrá encontrar mi posición respecto a la fusión de prácticas provenientes del mundo pagano con las enseñanzas de la Biblia en artículos como: ¿Practicas Yoga? ¡YO…NO! y ¿Feng Shui?
Regresando a la encuesta mencionada en la introducción de este artículo, se les preguntó también a los participantes, qué es lo que ellos creían era conveniente hacer para enfrentar la problemática del “estrés” o el “burn out”.
Un 54% de ellos respondió: dedicar más tiempo a estar con la familia, caminar, hacer ejercicio, leer…pero un 34% dijo que deberían “ORAR” a Dios con más frecuencia.
En el mundo de hoy, cuando una persona menciona la palabra “Dios”, se levanta una gran interrogante a lo que en realidad están queriendo decir. Yo asumo que cuando el 34% de las personas usó el nombre de “Dios”, estaban refiriéndose a Jehová.
Los hijos del Único y Verdadero Dios, no deberíamos tener ninguna duda de que debemos recurrir primeramente a El en “oración” cuando las demandas de la vida provocan tensión y agobio a nuestro corazón.
David, nunca tuvo ninguna duda en llevar sus cargas emocionales a Dios en tiempos de “estrés” y el Salmo 4 es una de las muchísimas pruebas de lo que estoy escribiendo: “Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar (me has aliviado). Ten misericordia de mí, y oye MI ORACION”. (vs.1)
El Salmo 5, también escrito por David comienza de una forma similar al anterior: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío. Porque a ti ORARE” (vs.1, 2)
Y si hay algún hijo de Dios, que pudiera ser tentado a dudar si en realidad nuestro Padre celestial presta atención a nuestras oraciones, David agregó: “Sabed, pues, que Jehová oirá cuando yo a El clamaré” (4:3)
El autor evangélico Andrew Murray que ha escrito varios libros acerca de la oración nos dice que “la oración es el más grande secreto de una VIDA SANTA y FELIZ”.
Entonces, ¿por qué hay personas que profesando ser Cristianos, le abren las puertas a los programas de “apoyo” o “terapia” que ofrece el mundo para enfrentar el “estrés” o el “burn out”?
En lo que a mi respecta, estas personas ya no creen en el poder de Dios, en el poder del Espíritu Santo, en el poder de la oración y en el poder de Su Palabra que da contestación a una pregunta que el mismo rey hizo: “¿Quién nos mostrará el bien?” (4:6)
Gracias al Espíritu Santo que le dio a David la respuesta: “Confiad en Jehová…TU DISTE ALEGRIA A MI CORAZON. (4:5, 7) ALEGRENSE todos los que en Ti confían. Den voces de JÚBILO para siempre, porque Tú los defiendes. En Ti se REGOCIJEN los que aman tu nombre. Porque tú, oh Jehová, BENDECIRAS al justo; como un escudo lo rodearás de Tu FAVOR” (5:11, 12)
La Medicina de Dios para el “estrés” no es ni la hipnosis, ni la meditación trascendental, ni la práctica del yoga, ni la reprogramación o reacondicionamiento mental o psíquico.
La Medicina de Dios para el “estrés” es la ORACION y una que le podemos pedir prestada a David es la siguiente:
“En PAZ me acostaré, y en PAZ me dormiré. Porque SOLO TU, JEHOVA, me haces VIVIR CONFIADO.” (4:8)
Gracia y Paz
Sergio
“Amigo de Jesús”