Cómo el ateo manipula la noción del mal

Cómo el  ateo  manipula la noción del mal

por Pablo  Santomauro

Siempre me intrigó el hecho de que la literatura producida por los escritores  ateos de este mundo, impugna la existencia de Dios basándose en cierto tipo de  acontecimientos  que suceden en la realidad que vivimos. Mencionemos los más  citados por los apologistas ateos: injusticias, tragedias, cataclismos,  enfermedades, hambre, el sistema ecológico injusto, como le llama Martín Gianola  al estado de cosas presente en la naturaleza {1}, genocidios, guerras, y  organismos patógenos en una serpiente venenosa que mata a un niño, como lo  expresa Ladislao Vadas {2}.

Todas estas cosas constituyen la plataforma de apoyo  que los pensadores ateos, erigiéndose ellos en los paladines de la justicia y la  bondad, usan para negar la existencia de Dios, y de paso, acusar a ese Dios que  no existe, de ser extraordinariamente malvado, cruel, sádico.

Prueba de que Dios no existe, en el repertorio ateo, es que si un Dios bueno  existiera, podría eliminar toda esa maldad en nuestro mundo. Yo tengo algunas  preguntas para nuestros amigos incrédulos. A la hora que los Gianolas y los  Vadas de este mundo escriben estas cosas mientras echan espuma por la boca, ¿cuántos  adultos están cometiendo adulterio? ¿O robando al prójimo? ¿Cuántos niños están  viendo a sus padres pelear o divorciarse, recibiendo heridas cuyas cicatrices  los marcarán de por vida? ¿Cuántos divorcios por causa de una infidelidad están  siendo sancionados y dejando familias destrozadas por el camino? ¿Cuántas  personas están siendo contagiadas con enfermedades venéreas?

¿Verdad que no escuchamos nada de este tipo de tragedias individuales que se  repiten por miles de miles todos los días? Los Gianolas, los Vadas y otros ateos  ni las mencionan.

¿Por qué estos “pensadores” no levantan su puño contra Dios porque usted le  miente a su jefe en la oficina? O cuando habla mal de su compañero de trabajo. O  cuando usted, jovencita o señora, se viste provocativamente. O cuando usted,  caballero o joven, visita el prostíbulo. O cuando ellos mismos usan palabras  soeces, insultan al prójimo, ven una película de contenido sexual, piensan mal  de prójimo, desnudan con el pensamiento a la joven que pasa por la calle, etc.  En resumidas cuentas, Gianola, Vadas y compañía bien podrían preguntarse, ¿por  qué Dios no me detiene cada vez que hago algo malo? ¿No es eso prueba de que no  hay Dios?

La respuesta es que ellos sólo consideran malas las cosas como las grandes  tragedias, las enfermedades, los cataclismos, los genocidios, las guerras, y  cosas por el estilo. Sobre los males morales y éticos individuales no pronuncian  juicio porque ellos no tienen estándares morales, o si los tienen, son  restringidos a cierto tipo de maldad.

La verdad es que si fueran imparciales tendrían que impugnar la existencia de  Dios debido a todo tipo de maldad y sufrimiento. La selectividad de los ateos se  reduce a cierto tipo de maldad, i.e., las tragedias y las cosas que nos hacen  daño, pero se quedan en silencio cuando se trata de la maldad que disfrutamos y  nos causa placer. Tienen pena por el niño enfermo, pero les importa poco el niño  que ve a sus padres divorciarse por una infidelidad o simplemente por egoismo.  Se horrorizan por la crueldad del mundo animal pero les importa poco el drama de  la prostituta que acaban de contratar para satisfacer sus deseos.

La verdad es que si vamos a protestar por la maldad debemos hacerlo por todo  tipo de maldad.  Y si llegaran a hacerlo así, creo que es mejor para ellos (y  para cualquiera) que Dios no exista, porque si Dios decidiera eliminar toda la  maldad del mundo  a las 12 de la medianoche, ¿dónde estarían estos ateos a las  12 con un segundo? ¿Dónde estaríamos todos a esa hora?

En este tema de la maldad y el sufrimiento es  donde más se hace evidente la  hipocresía del pensamiento ateo. La Biblia, como siempre el mejor fiscal que se  levanta contra el ateísmo, enseña que Dios está trabajando indefectiblemente  para eliminar todo el mal de este universo, pero en su tiempo, no el nuestro. <>

1} Martín Gianola, Los Atributos Teológicos del Dios Judeocristiano –  Omnipresencia, artículo. 2} Ibid.

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