“Aconteció que al tercer día (después de haber ayunado junto con todos los judíos y sus doncellas) se vistió Ester su vestido real, y entró en el patio interior de la casa del rey, enfrente del aposento del rey…Y cuando vio a la reina Ester que estaba en el patio, ella obtuvo gracia ante sus ojos; y el rey extendió a Ester el cetro de oro que tenía en la mano.” (5:1, 2)
Ester, había prometido a su tío Mardoqueo y a su pueblo “entraré a ver al rey”. La reina cumplió su palabra, a pesar de violar el protocolo de la ley, y de exponer su propia vida, demostrándonos así también su “carácter” de integridad a su decisión expresada en aquel enunciado de: “si perezco, que perezca” (4:16)
¡Cuánta necesidad tiene la iglesia de Dios, de tener miembros como lo era Hadasa!
Ester propuso a Asuero la programación de dos banquetes en privado con ella, pero una parte de su petición fue que también se incluyera la presencia de Amán.
El Talmud presenta hasta doce razones por las cuales Ester deseaba que Amán estuviera presente en los banquetes. Matthew Henry en su comentario nos dice: “El Rabino Goldman selecciona como las más estimables estas dos: (a) Que Ester mostraba deliberadamente gran interés en Amán, a fin de suscitar los celos del rey y desarmar a Amán. (b) Que Esterquería descubrir las intenciones de Amán en presencia del rey, para quitarle la oportunidad de inventar excusas e impedir que persuadiera al rey a seguir adelante con la ejecución del decreto.”
El relato de las Sagradas Escrituras, no nos confirma ninguna de las dos “intenciones” que tuvo Ester al pedirle a Asuero que invitara a Amán (aunque un servidor se inclina en favor de la segunda especulación); pero lo que sí nos dice es que el rey aceptó con agrado conceder la demanda de su amada.
El ego de Amán se infló y al llegar a su casa “mandó a llamar a sus amigos y a Zeres su mujer, y les refirió Amán la gloria de sus riquezas, y la multitud de sus hijos, y todas las cosas con que el rey le había engrandecido, y con que le había honrado sobre los príncipes y siervos del rey. Y añadió Amán: también la reina Ester a ninguno hizo venir con el rey al banquete que ella dispuso, sino a mí; y también para mañana estoy convidado por ella. Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo…Y le dijo Zeres su mujer y todos sus amigos: Hagan una horca…, y mañana dí al rey que cuelguen a Mardoqueo…y entra alegre con el rey al banquete. Y agradó esto a los ojos de Amán, e hizo preparar la horca.” (5:10 -14)
Aquella misma noche, mientras Amán dormía “contento y alegre de corazón” (5:9); Dios no le permitió a Asuero conciliar el sueño con el fin de frustrar el malvado complot de Amán de acabar primeramente con la vida de Mardoqueo y después con todos los judíos que vivían en Susa y en el resto de las provincias del reino de Persia.
Asuero, para sacar provecho de aquella noche de insomnio hizo que le “trajesen el libro de las memorias y crónicas, y que las leyeran en su presencia” (6:1) Entonces, Dios en Su soberanía hizo que se leyera lo escrito acerca del incidente en que Mardoqueo “había denunciado el complot de Bigtán y de Teres…que habían procurado poner mano en el rey Asuero” (6:2).
El rey recordó que nunca había dado honor al acto de lealtad de Mardoqueo hacia su persona y le ordenó a Amán que mandara llamar a Mardoqueo, lo vistiera con un vestido real, le pusiera la corona real sobre su cabeza y lo pasearan por la plaza de la ciudad en el caballo del rey. (6:10, 11)
Amán humillado “se dio prisa para irse a su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza” (6:12) y Zeres que antes le había propuesto preparar una horca para colgar a Mardoqueo, ahora prediciendo el futuro de su esposo le dijo acerca de aquel descendiente de los judíos: “no lo vencerás, sino que caerás por cierto delante de él” (6:13)
“Fue, pues, el rey con Amán al banquete de la reina Ester. Y en el segundo día, mientras bebían vino, dijo el rey a Ester: ¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será concedida?” (7:1)
Entonces la reina Ester respondió: “Oh, rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda. Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable” (7:3, 4)
Asuero, conmovido por la demanda de Ester, le rogó que le dijera quién era aquel hombre cuyo corazón se había ensoberbecido para planificar la exterminación de todos los judíos.
Cuando Ester le declaró “el enemigo y adversario es este malvado Amán” (7:6) el rey “se levantó del banquete, encendido en ira, y se fue al huerto del palacio”. (7:7) Al regresar al aposento del banquete, Asuero ordenó que colgaran a Amán en la misma horca que había hecho para ejecutar a Mardoqueo.
El libro de Ester concluye con el decreto de Asuero a favor de los judíos (capítulo 8), la destrucción de los enemigos del pueblo hebreo incluyendo la muerte a diez hijos de Amán (capítulo 9), la celebración por primera vez de la Fiesta de Purim (capítulo 9) y la exaltación de Mardoqueo como “segundo después del rey” (capítulo 10)
Y todo lo acontecido, gracias a la mano de Dios desarrollando Su plan maravilloso por medio de una joven que:
“Como un personaje histórico es la más grande heroína que libra a su nación del desastre y que como mujer, es una persona fuera de lo común, una mezcla de encanto, fuerza y astucia; UN SER HUMANO CUYO “CARÁCTER” ESTA PROTEGIDO DE LA PODREDUMBRE DE LA RIQUEZA, LA PROSPERIDAD Y EL PODER.” (Lockyer, Herbert, Todas Las Mujeres De La Biblia; Pág. 66)
Gracia y Paz Sergio A. Perelli “Amigo de Jesús”