Reflexiones en el Argumento Cosmológico

Reflexiones en el Argumento Cosmológico

(argumento de causa y efecto por la existencia de Dios)

 

por Pablo Santomauro

En el intento de refutar el ateísmo y el escepticismo, uno de los objetivos del apologista cristiano  es confrontar al escéptico con su propia irracionalidad. Los cristianos han surgido a través de los siglos con varios argumentos racionales para probar la existencia de Dios. Uno de ellos es el argumento cosmológico.
El valor de cualquier argumento que no recorre la distancia completa a los efectos de mostrar la existencia del Dios personal e infinito de la Biblia, está en relación directamente proporcional a la distancia hasta donde nos lleva. Si el taxista que lo lleva hasta al aeropuerto lo hace bajar a tres cuadras antes de llegar, el servicio que ha prestado el taxista no es completo. Del mismo modo, cualquier argumento que nos “hace bajar” antes de llegar a nuestro destino, el Dios triuno, infinito, multidimensional y personal de la Biblia, es bueno sólo hasta donde nos lleva, pero falla en alcanzar su destino.

Un ejemplo de esto es el argumento de causa y efecto. Este propone que todo efecto tiene una causa proporcionalmente igual o mayor que el efecto. Partiendo de esta premisa, se aduce que el universo es un vasto efecto que requiere una causa aun mucho más vasta o mayor para explicar su existencia, i.e., Dios.

La debilidad del argumento está en no percatarse de que la primera premisa, enunciada correctamente, sólo dice que todo efecto finito requiere una causa igual o mayor que el efecto, pero también finita. Un universo finito sólo requiere una causa finita igual o mayor que el universo. Por consiguiente, el argumento de causa y efecto no nos lleva toda la distancia hacia el encuentro de un Dios infinito. Sólo nos deja en el punto donde encontramos a un dios poderoso y finito, lo suficientemente grande como para crear el universo.

Para que quede claro, el ateo de ninguna manera sale victorioso ante la debilidad del argumento anterior, ya que no se puede formular como contra-argumento que una causa infinita no pueda crear un universo finito. El argumento de causa y efecto sólo  plantea que un efecto finito no necesariamente debe tener una causa infinita, una causa finita es suficiente.

Otra cosa que debe frustrar al ateo es que si bien el taxi no nos llevó hasta el aeropuerto, ello no significa que el aeropuerto no exista. Sólo porque el argumento de causa y efecto no nos lleva hasta el Dios infinito, triuno y personal de la Biblia, no es prueba de que Dios no existe. Como consuelo, digamos que el argumento, por lo menos, nos pone en el camino correcto.

Una variante moderna del argumento cosmológico

Tradicionalmente el argumento cosmológico se expresa como lo hace el conocido apologista William Lane Craig:

1. Todo lo que comienza a existir tiene una causa.
2. El universo comenzó a existir.
3. Por lo tanto, el universo tiene una causa.

Según el argumento, la única conclusión lógica es que Dios es la causa del universo, o como se le conoce popularmente, la causa no creada. Por supuesto que el argumento conlleva  la duda de quién creó a Dios, algo que hasta los niños no dudan en preguntar. La típica respuesta es que las leyes de la física no aplican a Dios, por lo tanto la ley de causa y efecto no afecta a Dios. Por supuesto que esta explicación es de entrecasa, o sea para creyentes. Un ateo inteligente no quedará muy impresionado con este razonamiento, lo que enfatiza la debilidad del argumento cosmológico que señalamos anteriormente. Es obvio que el argumento no puede tener como objetivo conducir al Dios de la Biblia, solamente es prueba de que algo más allá del universo existe.

Considerando que el argumento cosmológico tiene aspectos positivos, paso a explicar el Argumento de Contingencia (o Dependencia), que es una variante moderna y mejorada del argumento cosmológico.

Este argumento se centra en el instinto de intuición que todos tenemos. Este nos dice que todas las cosas necesitan una explicación para justificar su existencia. No hay nada que exista sin ninguna explicación del porqué existe. Los filósofos llaman a esto el principio de Razón Suficiente. Este principio es universal y rigurosamente aplicado en las disciplinas de la ciencia, medicina, filosofía, historia, teología, etc.

Supongamos que mientras usted mira la televisión, por la puerta de su casa entra un gorila con una pelota de basketball en sus manos, da la vuelta alrededor de la sala rebotando la pelota en el piso y luego se va por la misma puerta que entró. Por supuesto que usted va a continuar viendo su programa como si nada hubiera pasado. ¡Claro que no! Su mente inmediatamente va a activarse para encontrar una explicación de lo que pasó. Podrá pensar que el gorila se escapó del zoológico, o que un circo montó su carpa en las cercanías, o cualquier otra cosa. Pero usted no va a aceptar lo que ocurrió como si el gorila de pronto se materializó a la existencia. La simple verdad de que todo efecto tiene su causa es intuitiva para nosotros. No hay un solo elemento en este mundo que se explique a sí mismo, o que contenga en sí mismo la razón para su existencia.

Me pongo como ejemplo a mí mismo. Para explicar mi existencia tengo que ir más allá de mi persona, a mis padres, mis abuelos, y así seguir hacia al pasado hasta llegar a la primera pareja sobre el planeta. De ahí a la tierra, los árboles, los ríos, y el mundo.

El mundo es dependiente (no puede explicarse por sí mismo), en otras palabras, no es necesario, necesita una razón para su existencia y depende de factores externos que lo sustenten.

El punto es que el universo también es dependiente (no puede existir por sí mismo), por lo tanto necesita un sustentador, alguien que no sea dependiente, que no necesita una razón para su existencia, que existe por sí mismo, que es autosuficiente en sí, alguien que le dio al universo su existencia inicial. Sin un ser autosuficiente jamás podemos llegar a un universo dependiente como el que tenemos delante de nuestros ojos.

La única explicación racional para la existencia del universo es que un ser infinito y eterno causó su existencia, de otra forma, nada existiría, porque todos los seres dependientes (contingentes) como nosotros no podemos existir por nosotros mismos.

Conclusión: Sin Dios el universo no puede existir, pero como el universo existe, Dios tambien existe.

Limitación: Este razonamiento tampoco nos conduce al Dios de la Biblia, pero en el aspecto positivo digamos que  puede abrir la puerta para presentar argumentos con bases presuposicionalistas por la existencia de Dios. <>

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