Bautismo
(breves notas)
Una de las cosas que yo más disfruto en la vida de iglesia es la ceremonia del bautismo, particularmente cuando se hace fuera del ámbito del local de la iglesia y los hermanos nos desplazamos hacia las afueras de la ciudad para encontrarnos a las orillas de un río o lago. Digo esto a riesgo de que alguien piense que lo que disfruto es el día de campo y la carne asada que sigue después de los bautismos. Pero en realidad mi gozo tiene origen en lo que la ceremonia simboliza. El bautismo es una bendición, tanto para la iglesia como para la persona que es bautizada. Es porque el bautismo encierra un significado bíblico riquísimo, que debemos mirarlo con gran reverencia y solemnidad, y a su vez, la persona que se bautiza debe hacerlo luego de un auto-examen riguroso. El creyente debe entender lo siguiente:
El significado del bautismo
Objetivamente, el bautismo es una representación de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (Ro. 6:1-11). En el bautismo recordamos una vez más que Jesús murió por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación (Ro. 4:25). El principal foco de atención en el bautismo es la persona y la obra de Cristo.
Subjetivamente, el bautismo representa la unión del creyente con Cristo en Su muerte y resurrección. Por consiguiente, el bautismo simboliza que la persona murió y resucitó con Cristo (Ro. 6:1-11; Gá. 2:20; 5:24; 6:14; Col. 2:12-13). Este es el significado primario en el Nuevo Testamento.
En un sentido secundario, el bautismo también simboliza la regeneración, el perdón de los pecados y la venida del Espíritu Santo a morar en la persona (Ti. 3:5; Ef. 5:26; 1 Co. 6:11).
Como bien se dice, el bautismo es el acto externo que simboliza una realidad interna. Debemos recordar que un símbolo siempre apunta a la realidad que representa o alude. De la misma forma que las ceremonias del Antiguo Testamento como los sacrificios de animales, no podían lograr lo que simbolizaban (He. 10:1-4), el bautismo no puede salvar, regenerar o limpiar el pecado. No debemos confundir el símbolo con la realidad.
La confusión del símbolo con la realidad es la causa de todas la aproximaciones vanas y supersticiosas del bautismo y la cena del Señor. El pan y el vino son símbolos del cuerpo y la sangre de Jesús, y no deben ser entendidos como que son lo que simbolizan. El bautismo simboliza la salvación pero no es el medio por el cual se logra. En realidad, la experiencia muestra que hay grandes artistas en la iglesia de Cristo que se bautizan sin nunca haber sido salvos, como en el caso de Simón el mago (Hch. 8:13; 18-23). Por lo tanto, el bautismo siempre debe seguir a la confesión de la salvación por parte del individuo, y no es un acto mágico que garantiza la salvación.
Quiénes se deben bautizar
Una vez que entendemos la naturaleza del bautismo, es obvio quiénes pueden ser los que lo reciben. En el Nuevo Testamento, solamente aquellos que habían confesado fe salvífica en el Señor Jesús eran bautizados. El orden siempre fue primero fe, y luego bautismo.
Bautizar bebés, niños o adultos que no pueden o no han confesado fe en Cristo, destruye ambos significados del bautismo, el objetivo y el subjetivo. Bautizar a alguien que no está en unión con Cristo, que no murió y resucitó con Cristo, que no ha sido regenerado, cuyos pecados no han sido perdonados, es burlarse del Evangelio.
El bautismo de infantes, junto con los bautismos forzados, fueron la consecuencia natural del entendimiento supersticioso del bautismo, que se entendía como el acto que traía salvación en lugar de ser el símbolo de salvación. No hay ningún mandamiento en la Escritura de que los niños o los adultos no arrepentidos deben ser bautizados. La primer referencia al bautismo de niños en la historia de la Iglesia viene de Tertuliano, ¡quien se oponía! (Bautismo, cap. XVII, Los Padres Ante-Niceanos, Vol.III, p. 678). El bautismo de niños y de inconversos comenzó luego de que la doctrina de la regeneración bautismal fue aceptada. Aun en el 354 d.C., el bautismo de niños no era la norma. Agustín mismo nunca fue bautizado a pesar de que su madre era una devota cristiana.
El modo de bautizar
Si ya entendimos el significado del bautismo, veremos que la forma de realizarlo es por inmersión. La inmersión es el único método que figura o retrata el simbolismo objetivo de la muerte, sepultura y resurrección, junto con el simbolismo subjetivo de unión con Cristo, y que la salvación es el resultado de esa unión. Mientras que la aspersión y el vertimiento de agua (afusión) podrían simbolizar la regeneración, el perdón de los pecados y la venida del Espíritu Santo, ambos métodos fracasan en señalar o apuntar hacia la muerte y resurrección de Cristo.
Cuando examinamos el vocabulario usado en el Nuevo Testamento para describir el acto, encontramos que se usan palabras como bapto, baptizein, etc. Todos los diccionarios definen bapto como “sumergir, hundir, cubrir totalmente con líquido”, “hundir”. No existe una sola referencia en la que bapto es traducido como “aspersión” o “vertimiento”. El idioma griego tiene otras palabras para transmitir estos dos últimos conceptos.
El significado de bapto también es siempre “inmersión” en la Septuaginta (Ex. 12:22; Lv. 4:6; 4:17; 14:6; 14:16; 14:51, etc.).
Todos lo usos extrabíblicos de bapto significan “inmersión”.
Lo mismo encontramos en el Nuevo Testamento (Mt. 26:23, Lc. 16:24, etc.).
La necesidad de abundantes aguas para bautizar sólo se explica si el bautismo es por inmersión (Mt. 3:6; Jn. 3:23; Hch. 8:36).
Los judíos bautizaban por inmersión ya antes de que Jesucristo naciera. El Mishna y la arqueología ha dejado esto en claro. Por lo tanto, el bautismo por inmersión ya existía cuando Juan el Bautista comenzó su ministerio. No hay evidencia por el modo de aspersión o vertimiento en el AT y NT.
Es por demás significativo que la Iglesia Católica, la misma que no bautiza por inmersión, reconoce que el bautismo por inmersión fue el método practicado por la iglesia primitiva en adelante. La Enciclopedia Católica expresa:
La forma más antigua usualmente empleada fue sin duda la inmersión. Esta no sólo es evidente a partir de las escrituras de los Padres y los primeros ritos tanto de las Iglesias Latinas y Orientales, sino que también puede observarse en las Epístolas de San Pablo, quien habla del bautismo como un baño (Efesios, v, 26; Rom., vi, 4; Tit., iii,5). En la Iglesia Latina, la inmersión parece haber prevalecido hasta el siglo doce. (http://ec.aciprensa.com/b/bautismo.htm#6)
Esta última sección es una recopilación somera de los argumentos en favor del bautismo por inmersión (con excepción del último punto) basada en las enseñanzas del Dr. Robert Morey en su Enciclopedia de Cristianismo Práctico.
Reflexiones finales
Nosotros entendemos que el tema del método bautismal es periférico, secundario, o no esencial. No es un tópico fundamental, esencial o central de la fe Cristiana, por lo cual no debe ser un tema en torno al cual debamos dividirnos o interrumpir compañerismo con otros cristianos.
Habiendo dicho esto, es necesario aclarar que el tema del bautismo se convierte en un punto álgido cuando ciertos grupos enseñan que es necesario para la salvación. En estos casos estamos tratando con una doctrina totalmente antibíblica que debe ser confrontada por los cristianos bíblicos.
Por otro lado, sin bien el modo de bautismo no es una doctrina esencial, ello no impide que no podamos expresar nuestra posición con la correspondiente base bíblica. En nuestro caso, creemos que el bautismo originariamente fue por inmersión, esa es la forma en que leo la evidencia bíblica. En otras palabras, no creo primero que sea por inmersión y luego voy a la Biblia buscando probarlo de esa forma. Si los bautismos bíblicos en el Nuevo Testamento hubieran sido por aspersión, ¿no hubieran usado los autores del NT un vocabulario que así lo expresara? Sin embargo, el vocabulario y la estructura de las frases favorecen claramente la posición inmersionista.
La verdad irrefutable es que si un inmersionista y un aspersionista, sin conocer nada de la Biblia deciden consultarla, van a encontrar que todo el lenguaje usado, la terminología, la gramática, el griego, el contexto y el sentido común en los pasajes que hablan del bautismo, sólo colman las expectativas del inmersionista.
El aspersionista, por el contrario, se sentirá muy frustado al no encontrar palabras como rantizo y cheo. Es por ello que para oponerse al lenguaje sencillo y directo de la Escritura tienen que escribir extensos artículos llenos de especulaciones sin sentido común.
Pero todo es un castillo de cartas. Los aspersionistas y efusionistas son particularmente aquellos que bautizan niños. Si sucumben ante el inmersionismo deben eliminar el bautismo de bebés, porque éste sería potencialmente riesgoso para las criaturas si las tienen que sumergir en el agua. Si se cae una baraja se cae todo el castillo.
En fin, típico de la naturaleza humana, ponerse los guantes y subir al cuadrilátero antes que darse por vencido. <>
Pablo Santomauro