¿Ut UNUM sint?
Parte: III
El término ecumenismo viene de las palabras griegas “oikéin” (habitar) y “oikós” (casa)…Los cristianos las han empleado para hablar de la Iglesia, la gran casa de Cristo. La labor ecuménica se refiere a todos los que viven en esta casa, y fomenta su unidad.” (Jutta Burggraf, ¿Qué es el ecumenismo?, 2007 Catholic.net Inc.)
El movimiento ecuménico por parte de la Iglesia Católica con el fin de alcanzar la “unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo” (Papa Benedicto XVI, ver Parte II para referencias) no comenzó con el Concilio Ecuménico Vaticano II, que fue inaugurado por el Papa Juan XXIII en el año 1962 y clausurado por Paulo VI en 1965.
La historia del ecumenismo, se remonta al Concilio de Ferrara-Florencia (1438-1442) en el que el Papa Eugenio IV, exhortó a las Iglesias Orientales Autónomas (griegos, armenios, jacobitas, etc.) a reconciliarse nuevamente con la Iglesia de Roma.
En aquella oportunidad el Cardenal Bessarion Nicaenus fue el encargado de presentar la Oratio Dogmatica de Unione (Oración Dogmática de Unión).
La Confesión de Augsburgo (Junio, 1530) que después se transformó en la Confutación Romana (Agosto, 1530), fue una confabulación del Vaticano con los obispos de Alemania, para usar al Emperador Carlos V con el objetivo de “coaccionar” a la Iglesia Luterana a volver a ser uno con la Iglesia Católica.
Entre los años 1921 y 1925, se llevaron a cabo bajo la dirección del Cardenal D.J.Mercier, las Conversaciones de Malinas entre un grupo de teólogos católicos y anglicanos.
La historia demuestra que los intentos de la Iglesia de Roma de Ut Unum Sint con el resto del mundo Cristiano Protestante o Evangélico han fallado por diferentes razones; pero le recuerdo a los lectores que la Iglesia Católica a través de los siglos, también ha demostrado que es como el “león rugiente, (que) anda buscando a quien devorar” (1Pedro 5:8) y que lo que en el pasado no pudieron lograr “por la razón”, trataron de hacerlo con la persecusión de nuestros hermanos y hermanas.
Lamentablemente, la precaria condición espiritual del pueblo Evangélico, su ignorancia de las Sagradas Escrituras y la aceptación de profesantes de otras “religiones paganas” como “hijos de Dios y hermanos en Cristo” basada en una interpretación errónea de las enseñanzas del Maestro en cuanto al “amor”, han creado un terreno fértil para que la estratagema de Ut Unum Sint del Papa Juan Pablo II y de sus predecesores, muy pronto comience a convertirse en una realidad.
Los encuentros y diálogos amigables entre Benedicto XVI y las Iglesias de la Reforma se han intensificado en los últimos años y los avances del Vaticano en su intención de reconciliación con la Iglesia Luterana y Anglicana continúan prosperando.
“¡Ut Unum Sint! La llamada a la unidad de los cristianos, que el Concilio Ecuménico Vaticano II ha renovado con tan vehemente anhelo, resuena con fuerza cada vez mayor en el corazón de los creyentes…Cristo llama a todos sus discípulos a la unidad…los creyentes en Cristo no pueden permanecer divididos…deben profesar juntos la misma verdad… Junto con todos los discípulos de Cristo, la Iglesia Católica basa en el designio de Dios su compromiso ecuménico de congregar a todos en la unidad.” (Papa Juan Pablo II, Encíclica Ut Unum Sint, Extractos de los Artículos 1 y 5; 25 de Mayo, 1995.)
Me queda todavía en el tintero, responder a un par de preguntas con las cuales concluí la primera parte de esta serie de artículos: ¿Quiénes se van a hacer UNO, los Católicos con los Protestantes o Evangélicos o viceversa? Y ¿quién va a ser la “cabeza” de la Iglesia Unificada? (Continuará)