Explicando la omnipresencia de Dios a un ateo
por Pablo Santomauro
Hace un par de años asumí la benévola tarea de corregir a un ateo que como todo ateo que no es honesto intelectualmente, presenta una perspectiva distorsionada del atributo de Dios conocido como omnipresencia. La tarea de derribar sus argumentos fue sencilla. Todo lo que tuve que hacer fue mostrarle que su definición de omnipresencia era errónea. Hoy saco a luz nuestra respuesta por considerar que algunos hermanos pueden beneficiarse del debate. En un artículo titulado “Omnipresencia de Dios – Analizando los Atributos Teológicos del Dios Judeo Cristiano”, el autor escribe:
“Entendemos por omnipresencia de Dios que se encuentra en TODAS partes, desde los componentes infinitamente pequeños del núcleo de un átomo, asi como en el aire, el vacío del espacio, el núcleo del sol o de cualquier estrella, en cada pelo del ratón que vive en mi desván o en una hormiga africana recién nacida. En cada fotón, en cada una de las galaxias, no tocando las cosas superficialmente ni adhiriéndose materialmente a los objetos. Dios está en todo espacio, lugar y cosa, en forma radical … Su presencia puede estar en los seres de manera objetiva, como lo amado en el amante, lo conocido en el cognoscente, esto es presencia particular. Su presencia puede estar en los seres de manera efectiva por potencia, por conocimiento y por esencia, es decir en forma general”. (1)
Más adelante, el autor cita a Ladislao Vadas, un ateo argentino:
“…cada átomo, cada molécula, cada célula viviente, cada organismo vivo o muerto, sano o enfermo, cada cerebro animal, cada conciencia humana, están adosados a su propia conciencia, porque se halla presente en todo [Dios] … Puesto que, o está en todos los seres o no se halla en algunos. Si se halla presente en todos, también lo debe estar en los malignos o los que usan mal el libre albedrio. Si en estos no se halla presente, carece entonces del atributo de omnipresencia … ” (2)
Sin perder la oportunidad de insertar en el artículo el gastado argumento ateo de la existencia del mal, que según los ateos prueba que Dios no existe, el autor agrega:
“Se me ocurre pensar entonces en un dios que estaba presente dentro de ese hermoso niño que luego se convirtió en un violador asesino múltiple”. (3)
Es claro que el autor, al igual que Ladislao Davas, tiene una idea totalmente errónea de lo que es la omnipresencia de Dios en términos bíblicos. Ambos conciben la omnipresencia de Dios en términos ontológicos, o sea, Dios siendo uno con la creación. Según este ateo, la naturaleza ontológica de Dios, su esencia (su ADN si se me permite), se encuentra en toda materia y organismo viviente en el universo. Esta es una definición panteísta de Dios, o sea, Dios es todo y todo es Dios. Eso no es lo que la Biblia enseña. Es obvio que el autor, sin saberlo quizá, está tratando con un dios diferente al del cristianismo. Queremos pensar que no lo hace adrede. De lo contrario estaría levantando un monigote de paja, o sea que comete la falacia de mal representar lo que los cristianos creemos. Esta falacia consiste en crear una versión modificada o débil de la posición del contrario, para de esa forma poder derribarla fácilmente. Veamos ahora qué es lo que los cristianos entendemos cuando hablamos de la omnipresencia de Dios.
La Biblia establece que Dios es omnipresente, i.e., está presente en todo lugar simultáneamente. Esto no significa que la forma o naturaleza de Dios está dispersa de modo que partes de él existen en todos lados (la crítica del autor ateo se basa en esta falsa premisa). Dios es ontológicamente espíritu (Jn. 4:24; Is. 31:3), no tiene una forma física. El está presente en todo lugar en el sentido de que todas las cosas están inmediatamente en su presencia. Al mismo tiempo, Dios está presente en todo lugar del universo. Nadie pude esconderse de él y nada escapa a su “vista” (Sal. 139; Jer. 23:23-24; Am. 9:2-3).
Dios NO es “todo-presente” en el sentido de existir dentro o en todas las cosas creadas, visibles y no visibles, Dios no está en las mentes, emociones, plantas, vida, materia inanimada y/o diferentes elementos. Su omnipresencia significa que no está enmarcado por restricciones de ninguna clase y puede realizar un número infinito de cosas sin limitaciones de ningún tipo. Por motivo de su naturaleza eterna y existencia infinita, Dios es inconmensurable en conocimiento, sabiduría, santidad y bondad. Es por ello que cuando alguien se acerca al tema de su omnipresencia debe asegurarse de que sabe de lo que está hablando, de lo contrario puede caer en las ideas superfluas y absurdas de estos autores ateos.
Quizá lo que vengo diciendo se comprenda mejor cuando estudiamos otro atributo de Dios, su Transcendencia. Esto significa que Dios es enteramente distinto, diferente, y en cierto sentido separado de su Creación, así como el carpintero es diferente de la mesa que construye. Transcendencia significa que Dios es:
1. Separado del mundo: Is. 40:22; Hch. 17:24
2. Superior al mundo por contraste: Sal. 102:25-27; 1 Jn. 2:17-17
3. Creador del mundo: Gn. 1:1; Sal. 33:6; 102:25; Is. 42:5; 44:24; Jn. 1:3; Ro. 11:36; He. 1:2; 11:3
Al mismo tiempo que Dios es transcendente, también es inmanente, o sea, involucrado con su Creación y está interrelacionándose continuamente con ella, pero nunca Dios es la Creación y viceversa.
Resumiendo: El argumento de estos autores ateos es estrepitosamente inválido. Les recomendamos que si van a arremeter contra el Dios bíblico, se tomen el tiempo de estudiar un poco porque es evidente que están refutando o analizando una pantomima de su propia imaginación, un molino de viento producto de su mente obsesionada, no al Dios cristiano.
Por último, no podía faltar en la diatriba del artículo el clásico caballito de batalla del ateo, la existencia del mal y el sufrimiento y la acusación de que el Dios cristiano es cruel. Para ello son citadas las palabras de Ladislao Vadas:
“Y vuelvo a Vadas: ‘…tampoco se explica como estando presente en todos los genes de los seres vivos de la tierra, permite la mutación genética aleatoria que apunta casi siempre hacia el error, cuya acumulación conduce al fracaso de las especies vivientes, ni como permite que un tumor maligno carcoma lentamente un organismo hasta su agonía extrema entre terribles tormentos, estando ’Él’ infiltrado (según la teología está en todas las ‘cosas’ y los tumores cancerígenos son cosas y no ‘ausencia de bien’), en cada una de las mitosis equivocadas de estas células degeneradas, como objetos o seres que siguen un curso ciego incontrolado y mortal como si se tratara de otro ser vivo adherido a la víctima…’”
Nótese una vez más que el comentario de Vadas está fundamentado en las arenas movedizas de una definición panteísta de la naturaleza de Dios. Esto de por sí invalida el argumento principal. Pero en el tema del sufrimiento y el mal, la perspectiva calvinista es la más apropiada para neutralizar el monigote de paja de Vadas. Propongo: el pecado es real y terrible. Es necesario conocer la doctrina de la Depravación Total para entender lo grave que es el pecado. Como resultado, el mundo recibe parte de lo que merece. Si lo recibiera todo ya nadie ni nada existiría.
El salario del pecado es muerte, y parte de la muerte es la deterioración de nuestros cuerpos por medio de la enfermedad. Dios no tiene la obligación de darnos cuerpos sanos de por vida. Tampoco le debe sanidad a nadie. Si lo hace es gracias a su misericordia. La doctrina bíblica de la soberanía de Dios incluye el entendimiento de que Dios no tiene que darle explicaciones a nadie de cómo administra los asuntos del universo.
Concluimos diciendo que el hecho de que halla sufrimiento y maldad en el mundo no constituye ningún desafío para el cristiano informado. La horrenda situación presente es el resultado de la caída en pecado de nuestros antepasados milenarios. Más claro aun es el hecho de que la existencia del mal no es un argumento que pruebe la inexistencia de Dios. Los ateos más inteligentes ya lo han abandonado por ser inefectivo. <>
1) http://perso.wanadoo.es/estudioateo/etica/omnipresencia.htm 2) Ibid. 3) Ibid.