“1955”
Parte: IV
Así como la Epístola a los Romanos fue el agente de renovación y reforma espiritual para San Agustín, Martín Lutero y otros hombres de Dios a través de los siglos, también lo fue para mi vida.
Entre todas las piedras preciosas que encontramos de la pluma de Pablo en la carta mencionada, una de ellas ha permanecido siempre incrustada en mi corazón:
“JUSTIFICADOS, PUES, POR LA FE, TENEMOS PAZ PARA CON DIOS POR MEDIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO” (5:1)
El costo emocional de renunciar voluntariamente primero como pastor y después como miembro a una iglesia que ha usurpado la posición de preeminencia que Dios le otorgó a Israel, que se ha declarado a sí misma como el “remanente del pueblo de Dios”, que se considera la “única iglesia verdadera” y que su “espíritu de profecía” ha decretado que todos los que no guardan el Sábado “recibirán la marca de la bestia y serán echados al lago de fuego y azufre”; fue extremadamente grande.
Los primeros dos años recibí cartas y llamadas telefónicas acusándome de apóstata, de haberme unido a las iglesias de Babilonia, de poner en riesgo mi salvación, de haberme convertido en un instrumento de Satanás, y de otras tantas cosas que guardo en la bolsa de los recuerdos que no merecen sacarlos a la luz.
Pero gracias a Dios que pude recordar las palabras de Aquel que dijo “YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA” (Juan 14:6) y en el año 1985 con la ayuda de Su Espíritu Santo, pude desligarme de las garras de una denominación que está encadenada a la “letra que mata” y no al “espíritu que vivifica” (2 Corintios 3:6)
Fue el mismo año, que mi camino se unió al camino de Silvia (oriunda del Estado de Durango, cuna del famoso revolucionario Pancho Villa) y en la tarde del 6 de Abril de 1985, delante de Dios y de una nube de testigos declaramos unánimes que entre nosotros el “amor nunca dejaría de ser” (1 Corintios 13:7). Un nuevo himno comenzaría a entonar: “¡AY, AY, AY, AY…CANTA Y NO LLORES!
Así como San Agustín abrió su pasado en su libro “Confesiones”; yo también lo hice con Silvia un año antes de nuestra unión en el altar sin añadirle ni quitarle, ni una jota ni una tilde; y entre las confesiones de “San Sergio” la puse al tanto que había estado involucrado en el Ministerio y aunque una etapa de mi vida en la obra de Dios había concluido, yo no creía que el llamado que El me había hecho en 1974 a servirle había muerto. (Continuará)
Gracia y Paz Sergio “Amigo de Jesús”
Nota:
He omitido el nombre de la iglesia de la cual fui miembro y obrero por la primera década de mi vida Cristiana por el amor y el respeto a los misioneros americanos que compartieron el Evangelio con mi persona y a quienes consideraré hasta el día de mi muerte como mis padres espirituales. Asimismo, guardo preciosos recuerdos de cientos de hombres y mujeres de prácticamente toda América Latina y de los estados de Ohio y Washington que me amaron desde lo más profundo de sus corazones y sirvieron a mi lado con sinceridad y pasión por lo que alguna vez yo creí era la verdad absoluta.
Un lector con un conocimiento mínimo de los grupos que aunque considerados de corte evangélico pero que están en el límite de ser considerados una secta; podrá deducir fácilmente a la denominación a la cual me he referido.
Aquellos que me conocen, saben que en muy raras ocasiones he escrito o dado conferencias con el solo cometido de atacar maliciosamente a la iglesia que fue parte de mi “primer amor”, aunque así como ellos no tienen ningún reparo en mandar al resto del mundo Cristiano al lago de fuego y azufre, yo tampoco tengo temor de declararlos una iglesia con un cuerpo doctrinal aberrante y que en la práctica interna no distan mucho de ser una secta por su arrogancia y exclusivismo.