Crónicas pre-mortem Parte 1

Prefacio a las “CRONICAS” de Pablo Santomauro

El sabio rey escribió: “Todos los que viven saben que han de morir” (Eclesiastés 9:5).

He comenzado a escribir un artículo titulado “La Ley De La Vida” y en el mismo uso las palabras de Salomón…y son una verdad inmutable: “Los que vivimos sabemos que hemos de morir”.

Pero en el caso específico de mi hermano Pablo, un apologista de primera línea en el mundo Cristiano Evangélico Latinoamericano, la “realidad” de su muerte se hace cada día más cercana.

Pablo se convirtió al Evangelio en sus cuarenta y como parte de su nuevo nacimiento no solamente entregó su corazón a Jesús, sino que también puso su cerebro a Su servicio transformándose de esta manera en un “defensor de la fe”, una auténtica rareza hispanoparlante en el desafiante campo de la Apologética.

Nos conocimos hace una década atrás y puedo asumir correctamente que Dios no solamente usó los lazos de nuestra común fe sino también nuestro lugar de nacimiento, un paisito llamado Uruguay.

Nunca le dije esto en persona, pero en algunos círculos de mi esfera de influencia me han escuchado decir que Pablo desde mi perspectiva es el “Gamaliel” del mundo contemporáneo.

La Apologética, es un “ministerio” que requiere que la persona sea un verdadero gladiador y con un cuero de cocodrilo todavía más grande del que necesitamos tener los que estamos involucrados en la obra pastoral.

La gran ignorancia de las Sagradas Escrituras y de la “sana doctrina” que es prácticamente una norma  dentro del pueblo Cristiano hispanoparlante, ha traído como consecuencia un desarrollo masivo de falsos profetas, apóstoles, maestros y pastores…y así como hace más de 500 años los conquistadores ofrecían “espejos” por el “oro y plata” de los pueblos indígenas; hoy también millones cambian el “agua de la vida” por agua que proviene de “cisternas contaminadas”.

Y nuestra querida Latinoamérica que tan propensa ha estado a ser engañada por los políticos, hoy sufre el engaño de aquellos que predican “otro evangelio”.

Por tal razón yo he admirado la vida de Pablo, porque a diferencia de millones de profesos Cristianos, optó por el camino de los “palos” y no de la “popularidad” y se convirtió en un “DEFENSOR DE LA PALABRA” y en un opositor de la “vana palabrería”.

El día y la hora de la muerte de Pablo nadie lo sabe…pero mientras atraviesa ese valle de sombras decidió tomar nuevamente su pluma, y compartir con nosotros lo que está experimentando su carne, aunque su espíritu está listo.

Yo los exhorto a leer “CRONICASPRE-MORTEM”  con un corazón abierto y cuando te sientas tentado a alzar tu mano de crítica, recuerda a un hombre del Antiguo Testamento llamado Job y si la experiencia de aquel hombre no te sirve; te sugiero volver a leer las palabras que le dijo Emanuel a Su Padre en Getsemaní.

Entre los cantos futboleros del Uruguay hay uno cuyo coro dice: “CELESTE DAME UN SOL”, haciendo alusión al color predominante y al sol que aparece en la Bandera Nacional del país mencionado.

No tengo ninguna duda que a Pablo lo espera un CIELO TAN CELESTE como el de la bandera de su paisito, pero también lo espera Jesús el “SOL DE JUSTICIA”.

Gracia y Paz
Sergio
“Amigo de Jesús”

 Crónicas pre-mortem (1)

Por Pablo Santomauro

Todo parece indicar que me queda poco tiempo de vida. Padezco de un cáncer avanzado que la ciencia no puede detener. He perdido el 80% de movilidad en mi pierna derecha debido a que el mal pulula en mi cadera derecha. Estoy confinado a las cuatro paredes de mi hogar y me muevo dificultosamente con la ayuda de un andador para lisiados. La presencia del cáncer ha provocado que mi organismo adquiriera el Síndrome de Trousseau, la tendencia a formar coágulos sanguíneos que eventualmente pueden causar una peligrosa embolia pulmonar como la que hace un par de meses me internó en el hospital por unos días. A los efectos de minimizar la probabilidad de otros coágulos me inyecto diariamente con un adelgazante sanguíneo llamado Lovenox. Este síndrome me proporcionó con una buena dosis de realidad. El grupo médico y la aseguradora se negaron a pagar por la medicina más apropiada (Lovenox) intentando sustituirla por otra más barata. Mi oncólogo se opuso y demostró que la medicina propuesta por mi aseguradora era peligrosa dada mi condición, pero aun así se negaron a pagar por la medicina correcta. Por la gracia de Dios obtuve el Lovenox apelando a la caridad del laboratorio que lo manufactura, pero no tengo garantía de que continúen suministrándome con él. El sistema de salud privado puede ser tan malo como el sistema público.

Otros síntomas que me acompañan con gran fidelidad son los efectos secundarios derivados de la quimioterapia: debilidad extrema, náuseas y falta de apetito, vulnerabilidad a infecciones, pérdida sensorial en algunas partes del cuerpo, reducción de mi capacidad visual, decaimiento de la textura de la piel, pérdida de peso y masa muscular, dolor intenso en el área de mi cadera, etc. Prueba de que me estoy consumiendo en vida es que mi anillo matrimonial se me cayó limpito del dedo el día de ayer. Desde el punto de vista emocional estoy confrontado con la terrible frustración de ver cómo soy de poca o ninguna utilidad en mi hogar, dependo de mi esposa hasta para alcanzarme un vaso de agua y me duele en sobremanera ser una carga que de alguna manera también la está consumiendo a ella. Agradezco al Señor por ella y le ruego la conserve durante el proceso sana y fuerte, mental, física y espiritualmente.

Reconozco que yo nunca clasificaría en la lista de la galería de la fe de Hebreos 11. A pesar de todas las promesas en la Palabra de Dios, debo confesar que la idea de partir no me agrada en absoluto y en ese sentido puede que esté en rebeldía. Ni las palabras de Pablo expresando que prefería partir y estar con Cristo antes que quedar en la carne, me consuelan. Yo aun sentía que había más tarea por delante para mí en la obra del Señor y ya tenía programado mi traslado hacia Sudamérica para plantar un ministerio, y a diferencia del apóstol, que no era casado, aun estoy enamorado de mi esposa luego de tantos años. Entre las cosas que se me dijo para consolarme están las palabras de un buen hermano en la fe, quien expresó literalmente: “Pablo, piensa en esto – ¡vas a ver a Dios!” Mi respuesta no fue nada piadosa: “¡Yo no quiero ver a Dios todavía!” Para algunos esto puede rayar en la blasfemia, pero si ser cristiano significa no expresar los sentimientos propios, estaríamos frente a una farsa religiosa.

Lo anterior me lleva a comentar acerca de las cosas que la gente dice con la buena intención de consolar al futuro occiso. Otro amado hermano cristiano me dijo que ahora que estoy imposibilitado, podría aprovechar para aumentar mi tiempo de oración centrándome, por ejemplo, en ciertos ministerios y en los problemas del país. Yo creo que el comentario revela que el hermano desconoce o no toma en cuenta que la persona que sufre de cáncer avanzado, a menos que sea un robot, tiene problemas para hilar dos palabras juntas en una oración en medio de su dolor.

Un pariente muy cercano me dijo que tendría que hacer una fiesta ya que pronto me voy a casa con el Señor. Estas cosas son fáciles de decir cuando el que se va no es uno. Lo mismo sucede cuando uno predica desde el púlpito mientras goza de buena salud, pero en realidad sirven de poco consuelo para el sufriente. Le dije a mi pariente que las fiestas las dejara para ciertos grupos extremos en el sector cristiano, que los hay los hay. Además, me resultaría muy difícil bailar con una pierna inutilizada. Mi pariente me respondió que mi testimonio no era muy cristiano. 

En el plano del humor sardónico, un hermano de mi iglesia me preguntó cómo estaba el cáncer. Le contesté que el cáncer estaba fenómeno y le pregunté si le interesaba saber como estaba yo. Pero la expresión que escucho más a menudo de parte de gente con la que quiero compartir mis pensamientos, es “todos nos vamos a morir”. Esto, a pesar de ser verdad, es una forma disfrazada de decir, “cállate la boca y no te quejes más”, o “me interesa poco tu situación”.

En resumidas cuentas, si va a decir cosas absurdas mejor no diga nada. Si desea ser solidario con la persona que se muere, limítese a hacer lo que hicieron los amigos de Job en los primeros siete días, permanezca en silencio ante el gran dolor de la persona (Job 2:11-13). Recuerde que 1) debemos lamentar con los que lamentan (Ro. 12:15), 2) que hay un tiempo de llorar (Ec. 3:4) y 3) que aun el necio cuando calla es tenido por sabio y cuando cierra sus labios pasa por hombre entendido (Pr. 17:28). Y por favor, si usted como lector se siente impulsado a comentar sobre mis críticas, recuerde esto último. O quizá yo mismo debí haber seguido el consejo. <>

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