“MIS AMIGOS” LOS ADVENTISTAS DEL SEPTIMO DIA
La presente serie de artículos sobre la Iglesia Adventista Del Séptimo Día es una versión editada y ampliada de un artículo que escribí hace varios años para la Revista Edificación.
Aquellos que tienen una relación personal con un servidor, pueden testificar que desde mi renuncia voluntaria en el año 1983 como obrero y en 1985 como miembro; nunca he golpeado las puertas de ninguna organización o medio de comunicación escrita, radial o televisiva con el fin de promover dictar seminarios o conferencias acerca de la Iglesia Adventista.
Existen dos razones básicas por las cuales nunca opté por tomar tal avenida. La primera es que Dios usó a dos misioneros americanos que servían en el Uruguay durante la primera mitad de la década de los 70’ para presentarme la Biblia como la Palabra de Dios y Su plan de salvación al ofrecer a Su Hijo en sacrificio expiatorio por mis pecados y así el día de mi muerte no recibiera condenación pero vida eterna.
A pesar de que toda mi educación primaria, secundaria y terciaria la había recibido en colegios católicos, el Dios de las Sagradas Escrituras no habitaba ni en mi vida, ni en la de mis padres; mi familia era básicamente agnóstica y moderadamente socialista.
En el correr de los años, me he encontrado con personas que fueron miembros de la Iglesia Adventista que me han compartido que ellos experimentaron el “nuevo nacimiento” después de su salida de la misma; pero yo difiero con ésas personas porque en mi caso personal yo abracéla esencia del Evangelio con todo mi corazón; la observancia del Sábado y de ciertas prácticas como no comer alimentos considerados inmundos, no consumir bebidas con cafeína, no usar joyas, etcétera; en aquel entonces y por ignorancia de la revelación plenaria que existe en la Biblia las acepté ciegamente como parte del paquete.
¡Yo acepté a la Biblia como la Palabra de Dios y a Jesús como mi Salvador personal! En otras palabras: ¡Nací del agua y del Espíritu al creer en el Evangelio, las buenas nuevas de salvación!
El matrimonio a quien hice referencia anteriormente, fue usado por Dios como instrumento para sacarme de las tinieblas dentro de las cuales vivía a Su luz admirable; y ha sido mi amor y respeto por mis “padres espirituales” lo cual me detuvo a no tomar el camino de la crítica deliberada y abierta a una iglesia que por una década fue el primer amor de mi vida en el camino angosto.
La segunda razón está relacionada a la primera, y tiene que ver con el afecto, la hospitalidad y el apoyo económico que recibí estando en el campo misionero y en innumerables iglesias que pude conocer en América del Sur y en los E.E.U.U.; de hombres y mujeres comprometidos con lo que un día yo también creí era la verdad absoluta e incuestionable.
¿Cómo pudiera ser yo tan ingrato e insensible y tirar en la cesta del olvido diez años que dejaron plasmados en mi corazón rostros, vivencias, risas, lágrimas y dos iglesias plantadas desde sus raíces?
¿Entonces, cuál es el motivo de escribir esta serie de artículos acerca de la Iglesia Adventista?
(Continuará)
Gracia y Paz Sergio “Amigo de Jesús”